Hay que decirlo: la masonería que se practica en nuestros países latinos responde a una regularidad proveniente del Gran Oriente de Francia, cuyos perfiles más expresivos son su carácter liberal -entiendo esto como arreligiosidad y como laicidad- y la introducción de elementos no ortodoxos en sus rituales: viajes simbólicos (aire, agua y fuego) de extracción egipcia, enseñanzas estoicas (la ética masónica derivada del conocepto de virtud, etc.), entre otros elementos que "no son de casa", sino importados de otras tradiciones o escuelas de pensamiento e iniciación.
Los rituales ingleses, mucho más apegados al origen fundacional de la masonería, se hallan desprovistos de esos elementos extraños y conservan, en cambio, el espíritu primigenio extraído de la Construcción del Templo de Jerusalén, la Leyenda de Hiram y los Antiguos Límites. La creencia en la existencia de Dios y en la inmortalidad del alma, si bien se encuentran en las masonerías "latinas" afrancesadas, no completan sin embargo el matiz espiritual y religante de los rituales originales del Antiguo Gremio, seguramente practicados en 1723 y más aún en York, con la Gran Logia de los Antiguos.
En muchos ordenamientos constitucionales de las Logias y Grandes Logias latinoamericanas, encontramos enunciados y proposiciones que apelan al naturalismo y al racionalismo como paradigmas filosóficos elaborados para comprender y expresar el mundo. Tales visiones, si bien filosóficas y "liberales", se oponen no obstante al carácter espiritual e iniciático de la auténtica masonería, alejada de ideologías y de "ismos" surgidos durante la Ilustración europea.
Mientras el naturalismo asume que la naturaleza existe independientemente de una Voluntad Superior y distinta a ella (Dios), el racionalismo dispone que nada es verdad si la razón no lo aprueba. Ante estos enunciados, la masonería no tiene nada que hacer, porque de aceptarlos, jamás podría existir como propuesta filosófica y espiritual derivada de la construcción de un Templo dedicado al Gran Arquitecto del Universo.
Tanto para el naturalismo, como para el racionalismo, la presencia de Dios es inútil en la creación del mundo; Dios no existe, y por lo tanto no figura en la historia, es decir, en el pasado, presente y futuro del hombre. Ante estas tesis ateas -de suyo respetables en el orden del pensamiento universal- ¿cómo pensar la masonería, en tanto que ella contiene elementos que expresan la construcción de un Templo dedicado a Dios?, ¿cómo pensar un triangular en el C. de R., preguntando al candidato los deberes del hombre para con Dios, consigo y los demás?
La construcción masónica asume una relación del hombre con Su Creador. ¿De dónde viene el hombre como ser racional, se pregunta en el Grado de Mtro.? De las manos del Creador, se contesta. Entonces, el naturalismo y el racionalismo no tienen cabida en nuestros documentos básicos (Constituciones, Estatutos y Rituales) cuando se postula una convicción que establece que la Creación es una Emanación de Dios y que el hombre, una vez emanado o creado, aspira re-unirse (re-ligarse) de nueva cuenta con su Fuente Creadora.
La regularidad masónica de las logias afrancesadas -vía el Gran Oriente de Francia- encuentra contradicciones epistémicas muy fuertes en este sentido. Aunque el Gran Oriente constituye, por su parte, "la otra regularidad" masónica en el mundo moderno, una regularida que es, finalmente, "la suya propia". Una regularidad que él mismo se dió al margen de los establecimientos conceptuales de la Gran Logia fundacional, la de Inglaterra.
La realidad del mundo masónico contemporáneo, en México y en el lado latino de la masonería, demuestra que cada Obediciencia puede darse a sí misma su propia regularidad. Pero esto, además de incorrecto, es poco práctico y útil, porque en nada contribuye al orden de la masonería a nivel internacional. Sin regularidad, se antoja preguntarse ¿en qué sentido se es masón?
Parece ser que incluso en la propia Inglaterra actual, las Logias han abandonado el carácter iniciático y espiritual del quehacer masónico, ubicando éste en el campo de la beneficencia y del altruismo. Labor importante es ésta, pero habremos de admitir que en extremo despojada de la riqueza simbólica, moral, espiritual e iniciática de la masonería auténtica: aquélla que transforma hombres a partir del simbolismo de la construcción y la arquitectura.
Por lo tanto, los masones latinos debemos buscar las fuentes de una regularidad más coherente con el simbolismo, el quehacer original de la masonería, su ritualidad, legislación y apego a las normas fundacionales del Arte. Debemos, pues, retornar al orígen.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
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