El mundo que vio nacer a las primeras Logias Operativas era un mundo sumergido en profundas transformaciones, producto de múltiples factores. El siglo XII, período de la historia en que estas logias comienzan a esparcirse, constituye el punto de partida de lo que, siglos más tarde, se denominará Renacimiento.
Es también el momento del nacimiento de un nuevo tipo de individuo: el intelectual. Giovani Santini, en su ensayo sobre la Historia de la Universidad de Módena escribe: "...El nacimiento del "intelectual" como nuevo tipo sociológico, presupone la repartición del trabajo de la ciudad, de igual forma que el surgimiento de los centros universitarios tiene como condición previa un espacio cultural común, en el que aquellas nuevas "catedrales del saber" aparecen, florecen y pueden confrontar abiertamente...". La aparición de esta nueva clase de hombres, (entre los cuales Pedro Abelardo aparece como paradigma) con un pensamiento fuertemente anclado en la lógica, tal como lo señala Rolf Toman, "...puede ser considerado como un temprano intento de ilustración..."
En realidad, a partir de este renacimiento temprano, Europa sufrirá una sucesión de "renacimientos" que juntos representarán uno de los procesos más interesantes de la historia de Occidente.
El gran cambio que sufre la sociedad medieval del siglo XII tiene como fenómeno central el resurgimiento de las ciudades. Sus causas, aunque múltiples, no pueden quedar ausentes en el análisis de los orígenes de la Francmasonería en tanto "la logia" es un producto urbano y su existencia se origina y fortalece paralelamente al desarrollo de la burguesía. El icono más representativo de esta transformación es la catedral, y aunque en ella convergen esfuerzos provenientes de distintos estamentos de esta nueva sociedad emergente, "la logia" es la "fábrica de la catedral".
Las dos herramientas claves en el desarrollo de esta transformación son: La construcción de un Poder Comunal y la organización de las Corporaciones. Tal como lo expresa John B. Morral, citado por Angel Capelleti en su prologo al Proslogión de San Anselmo, "...El desarrollo de la ciudad medieval es la historia del desarrollo de estas dos instituciones: la comuna y la guilda"
Y agrega Capelleti: "...La primera constituye una organización política cuyos propósitos parecen ser la desvinculación de la ciudad del orden jerárquico feudal y la instauración de una sociedad de productores, con un gobierno reducido al mínimo; la segunda representa una organización económica que genera en realidad a la comuna misma haciendo de ella un manojo de federaciones de gremios y asociaciones libres de trabajadores...".
Para poder comprender lo que las logias operativas significaron en la construcción de esta nueva sociedad es necesario entender que este resurgimiento urbano provoca el renacimiento de un poder municipal que terminará fortaleciendo la institución real por sobre la feudal, con una concentración de poder que no existía en Europa desde la desaparición del estado romano. Porque junto con esta transformación, las corporaciones de albañiles y canteros que habían surgido siguiendo la ruta de las grandes construcciones abaciales del arte románico, encontrarán en el nacimiento de un nuevo arte, definitivamente ligado con la ciudad, la estructura logial que cualquier Masón podría reconocer hoy como antecedente de nuestras actuales logias especulativas.
La diferencia entre las logias masónicas
El carácter universal de la Francmasonería, así como el proceso de institucionalización que encontrará su rumbo definitivo con la formación de la Gran Logia de Inglaterra en 1717 es un fenómeno histórico que no puede comprenderse sin una mirada profunda al mundo en el que se gestaron estas primeras agrupaciones que comenzaron a desarrollar un valor agregado a la simple agremiación.
Este valor agregado es el que terminará marcando la diferencia entre las logias masónicas (los free stone masons) y las corporaciones de oficios atadas al control territorial del municipio
A diferencia de estas últimas, las logias agrupan artistas y artesanos cuyo carácter itinerante los coloca fuera del alcance municipal. La primer característica de los hombres que integran estas sociedades es su condición de "hombres libres". No están sometidos a vasallaje ni se encuentran bajo ninguna forma de servidumbre o esclavitud. Su condición de miembros de la logia depende, sin embargo, de un juramento que prestan ante la autoridad comunal que confiere "patente" al gremio itinerante.
"...La libertad de ejercer un oficio – dice Henri Tort-Nougues – estaba supeditada a una reglamentación rigurosa. Se distinguían dos tipos de oficios: los oficios reglados y los oficios jurados.
Los oficios reglados estaban regidos por la autoridad pública, que promulgaba una reglamentación a la que había que someterse si se quería ejercer ese oficio.
Los oficios jurados constituían una especie de cuerpo autónomo; la admisión en estos oficios estaba condicionada a la prestación de un juramento.
Los francmasones pertenecían a la categoría de “oficio jurado” y lograban su pertenencia mediante juramento....”
Esta reglamentación primitiva mediante la cual los integrantes de una logia se comprometían a respetar las reglas del oficio se desarrollará hasta alcanzar la complejidad, no solo de la práctica que corresponde al oficio, sino de una moral con características propias, tal como la encontramos en documentos posteriores como el Regius de 1390 o el Cook de 1410.
Georges Duby, describiendo el carácter laico de casi todos los artistas a partir del siglo XII en adelante, señala que "...Estaban organizados en gremios muy poderosos y muy especializados. Sustitutos del grupo familiar, estas corporaciones representan para ellos un refugio, facilitan los traslados de ciudad en ciudad, de obra en obra y en consecuencia, los encuentros, la formación de los aprendices, la difusión de las técnicas. Se muestran también, como todos los cuerpos cerrados, tradicionales, dominados por los más ancianos que no confían en las iniciativas individuales, pero ya en el siglo XIII existían cofradías de albañiles y orfebres...".
Otros autores tales como el ya mencionado Jacques Heers y, anteriormente, Pierre du Colombiers(7) señalan que ".. el albañil de la época no es un arquitecto, un geómetra capaz o deseoso de calcular fuerzas y empujes, por el contrario, sabemos que trabajaba en forma empírica, carente incluso de planos a escala...". Sin embargo, lo que resulta absolutamente incontestable es que junto a la construcción de toda obra importante desarrollada durante la edad de las catedrales se construye otra obra más pequeña. En algunos casos es precaria y transitoria, pero en otros tiene un carácter tan permanente que ha llegado a nuestros días. Esa otra construcción más pequeña es La Logia.
Christian Freigang refuta la visión de Heers: "...Hasta hace poco se quiso ver en las catedrales góticas la expresión de la teología o cosmología medieval reflejada en la piedra, olvidando que para la concreción de esas maravillosas obras se aplicó un conocimiento técnico y organizativo altamente desarrollado. Justamente a causa de que la arquitectura gótica fue desde siempre admirada como una obra maestra de la técnica, comienzan a aparecer en las fuentes medievales, desde el siglo XII, y con frecuencia cada vez mayor, por primera vez desde la antigüedad, los nombres y los logros de algunos arquitectos famosos...".
Pero esta no es la única controversia: ¿Existe hoy documentación fidedigna que pueda aportar luz definitiva acerca del carácter profesional de estas logias y su función concreta en la construcción de las grandes catedrales?
Lo que probablemente ha existido es una cierta exageración en cuanto al secreto con el que estas logias convivían. La calidad de "oficio jurado", tal como lo plantea Tort-Nougues es real en cuanto al compromiso que el maestro asumía en no revelar los secretos de su arte. Pero el carácter itinerante de las guildas de constructores, (al gozar de los beneficios de una libertad infinitamente mayor a la de los "oficios reglados" bajo el control comunal) otorga a la logia masónica una identidad distinta a la de los demás gremios.
Paul Jonhson marca esta diferencia cuando acerca del secreto de oficio dice: "...Todos los artesanos medievales tenían secretos relativos a sus oficios, pero los masones eran decididamente obsesivos con los suyos, dado que asociaban espiritualmente los orígenes de su corporación con el misterio de los números. Tenían desarrollada una idea pseudo científica en torno a los números, las proporciones y los intervalos, y memorizaban series de números para tomar sus decisiones y trazar sus líneas. Como en el antiguo Egipto –otra cultura de piedra tallada- ellos tenían una tradición de "taller" muy fuerte y reglas establecidas para casi cualquier contingencia estructural... Transmitían sus conocimientos oralmente y los aprendían de memoria, bajando al papel lo menos posible. Los manuales de construcción no existieron hasta el siglo XVI.
Algunos especialistas como el mencionado Freigang coincide en que la mayoría de los bocetos preparatorios y cálculos técnicos datan del siglo XV. Sin embargo menciona una enorme cantidad de documentos que prueban que desde el siglo XIII "...hubo dibujos de arquitectura transportables a escala reducida, que servían para discutir los proyectos...".
Acerca de las conjeturas acerca de con qué medios matemáticos se ayudaban los arquitectos para la proyección de sus obras agrega Freigand: "...Siempre se supuso la utilización de complejas construcciones geométricas, combinacio-nes de círculos, triángulos, cuadrados, pentágonos y octógonos y figuras derivadas. Con todo es probable que se utilizaran figuras simples, como el cuadrado en distintas posiciones o construcciones octogonales, completadas por el trazado de tramas ortogonales y, sobre todo, la utilización de módulos; éstos son unidades de medida absolutas, como el pie, el codo y la braza. Todos los contratos y descripciones se refieren a estas unidades absolutas..."
Nucleados en estructuras gremiales poderosas, y capaces de desarrollar técnicas complejas, la idea que comienza a perfilarse en torno de quienes integraban estas logias permite imaginar una clase de individuos con una formación particular y una posición estratégica en la sociedad que integraban. Sin embargo, es necesario comprender que solo eran un eslabón en la estructura que hizo posible la construcción de las grandes catedrales y la expansión del gótico.
En primer lugar, y ante todo, la catedral es la "Iglesia del Obispo" y por lo tanto, tal como lo definiría Duby: "...la iglesia de la ciudad... El arte de las catedrales significó, ante todo, el renacimiento de las ciudades..." "...Un arte urbano "que correspondía al gran florecimiento de las ciudades, centro de la vida económica, de la riqueza, de la actividad espiritual y artística...".
En segundo lugar, los orígenes de este arte y sus consecuencias en la sociedad medieval no pueden ser de ningún modo atribuidos a un proyecto original de estas corporaciones. Si tomamos como su inicio a las obras desarrolladas por Suger (el legendario abad de Saint Denis), el gótico es un arte real que se consolida en momentos de ascendente prestigio de la monarquía, en pleno proceso de la unificación territorial de Francia y la decadencia del poder feudal. Por lo tanto, y recurriendo nuevamente a la erudición de Duby "...Las principales formas de este arte fueron concebidas en un reducido círculo de prelados cerca del trono, en un reducido y desahogado medio, vanguardia de la investigación intelectual".
¿Cuál es entonces el papel de las logias en este proceso?
La catedral se construye bajo la dirección del Obispo. Habitualmente, la dirección real recae bajo la responsabilidad del capítulo catedralicio, integrado por prelados y también por laicos, principalmente grandes comerciantes que, bajo la autoridad del obispo tiene, como principal función la financiación de la obra, pero también la de contratar, establecer y controlar la "fabrica" (el "opus", la "logia") que tendrá a su cargo la construcción.
Esta logia, si bien se establece adjunta al capítulo catedralicio tiene personería jurídica propia. Tiene a su cargo la administración, las finanzas y la contratación de los maestros directores de obra. En algunos casos es también quien contrata a los arquitectos proyectistas. Rinde cuentas ante el capítulo periódicamente; su contratación puede ser temporal o vitalicia; en algunos casos hasta es propietaria de sus propias canteras (tal el caso de la logia de la catedral de Estrasburgo). En su papel administrador es la responsable de la contratación del personal y también del "salario" de cada oficial y cada aprendiz de lo cual llevará una exacta contabilidad.
A ella se ingresa mediante un juramento, tal como hemos visto, y como surge de todos los estatutos y documentos de la "corporación" que han llegado hasta nuestros días. En el posterior desarrollo de estas logias primitivas convergen factores tan disímiles como lo son las vicisitudes propias del devenir histórico y la transformación interna que sufren en la medida que al simple cálculo de empujes y contrafuertes se agrega la discusión espiritual y filosófica, o dicho en otras palabras: a la construcción material se suma la construcción espiritual. Lo cierto es que a mediados del siglo XV ya las encontramos dirigidas por un maestro asistido por una suerte de "consejo" en el cual cualquier masón encontraría los rasgos definitivos de su propia identidad.
Vale la pena citar un párrafo de la obra del ya mencionado autor francés Henry Tort-Nougues, ex Gran Maestro de la Gran Logia de Francia: "... Hacia 1459, los maestros canteros de Estrasburgo, de Constanza y de Colonia, así como de otras ciudades de Germania, se reunieron en Ratisbona para unificar los Estatutos de las Logias, en lo que constituye la primera tentativa de la historia. En general recogen los mismos principios en cuanto a la organización de las logias. En ese texto más moderno y elaborado, se menciona que cada logia tiene su propio lugar de trabajo (Hutte) y que está dirigida por un maestro, que es su responsable. Se sienta al Este, o al Oriente de la Logia; está asistido por vigilantes y por un "Parlier", forma generalizada de Hablador (¿Orador?), que transmite a los compañeros las órdenes de los maestros. A los compañeros se añaden los aprendices, cuyo período de aprendizaje es largo, ya que dura primero 7, y después 5 años..." Si consideramos que necesariamente deberían existir oficiales dedicados al registro (Secretario), la administración de los recursos (Tesorero), y, por su carácter de asociación gremial que persigue como uno de los fines principales la asistencia mutua, un encargado de administrar la beneficencia (Hospitalario) vemos que la logia del siglo XV posee la estructura básica de la logia actual.
Sin embargo, cuando observamos que la actuación y desarrollo de estas estructuras logiales primitivas está intensamente asociada no sólo a la construcción de las grandes catedrales sino también con las escuelas que se desarrollaron alrededor de aquellas, su importancia cobra una nueva dimensión. Pues es en el seno de estas escuelas donde nacieron, entre otras cosas, el germen de la "ratio", el pensamiento científico y la construcción filosófica del progreso.
Todas estas interrelaciones de las logias con la sociedad que integran, la influencia que ejercieron en la expansión del arte gótico y, fundamentalmente su condición de herramienta calificada en la construcción de un nuevo orden social, constituyen los valores, a menudo olvidados por los historiadores, más sobresalientes de la francmasonería. Mucho más aun cuando estos valores y principios históricos no se limitaron a una actuación temporal ligada exclusivamente a esta etapa de la baja Edad Media sino que continuaron desarrollándose posteriormente a través de los siglos aun cuando su aparente razón de ser (la construcción de las grandes iglesias) había desaparecido.
La logia del siglo XII y la logia del siglo XX conforman expresiones asociativas con una vocación común, enmarcadas en realidades muy diferentes; el hombre del año 1000 no es, en definitiva, tan diferente al del año 2000. Georges Duby, cuya pluma nos ha guiado en más de una encrucijada a través de las aparentes oscuridades del hombre medieval, plantea esta comparación en un reciente ensayo acerca de los miedos medievales y los miedos de hoy: El miedo a la miseria, el miedo al otro, el miedo a las epidemias, el miedo a la violencia... el miedo al más allá.
Que durante más de ocho siglos estas estructuras asociativas llamadas "logias" hayan conservado una conciencia (más o menos intensa) de su rol en la sociedad, y que las encontremos aun con la fuerza que conservan en todo el orbe allí donde la cultura occidental a penetrado a través de la francmasonería, constituye un fenómeno que supera en sí mismo cualquier otra consideración en torno a la leyenda que la Orden ha tejido sobre sí misma.
Lo que demandaba el masón del siglo XII no era tan diferente que lo que demanda el masón en las postrimerías del siglo XX: Herramientas para la construcción de una mayor consciencia de sí mismo y de la realidad que lo rodea. Si el proceso tiene éxito el masón será más consciente de sí mismo, y si esto ocurre le traerá, inexorablemente, una mayor conciencia del compromiso social que, como individuo consciente, adquiere con la comunidad que integra.
Nos acercamos aquí a un punto crucial: Aun considerando que a lo largo de tantos siglos las logias sufrieron profundas transformaciones, tanto en su estructura como en sus características, no deja de sorprender su poder de adaptación a los cambios históricos. Un poder de adaptación que logra incluso superar el traumático período que las llevó a convertirse de operativas en especulativas; que asimiló grandes corrientes filosóficas provenientes de fuentes tan contradictorias entre sí como lo fueron en su momento los místicos rosacruces del siglo XVII y los racionalistas del XIX.
La supervivencia de las logias masónicas en un período tan extenso de tiempo nos están indicando que el proceso histórico que las generó aun no ha concluido y que continúan siendo, tal como en la época de las catedrales, una institución necesaria en la construcción de esta cultura generada en Occidente y cada vez más universal.
Ese proceso aun no concluido es el desarrollo de un conflicto nacido en la época de las primeras catedrales: El Conflicto entre la Fe y la Razón.
Los paradigmas de este conflicto podemos hallarlos en las figuras de Bernardo de Claraval y de Pedro Abelardo.
Rolf Toman expresa al respecto: "...La controversia entre Bernardo y Abelardo tiene carácter ejemplar. Es un temprano capítulo en la larga lucha del conocimiento contra la fe, de la razón contra la autoridad, de la ciencia contra la iglesia, que empieza en la Alta Edad Media y se define en el siglo XVIII cuando Kant (1724-1804) somete a proceso crítico a la metafísica que, hasta entonces, arrastraba una carga teológica...
Que la Iglesia haya considerado necesaria la promulgación de la Encíclica Fides et Ratio en el filo del siglo XXI es la mayor evidencia de la controversia aun no zanjada entre Pedro Abelardo y Bernardo de Claraval. La Masonería no resuelve este conflicto. Lo sublima.