jueves, 31 de julio de 2008

LA MASONERÍA Y EL HOMBRE LIGHT

Por Christian Gadea Saguier

En los últimos años ha surgido un nuevo tipo de humano en la sociedad occidental: El hombre light, del que Enrique Rojas ha hecho todo un libro (El hombre light, 1992).
Hacia 1998, cuando me encontraba estudiando Psicología en la Universidad de Buenos Aires descubrí este libro que me sirve de base para escribir esta nota. El hombre light es un ser humano hedonista y materialista cuya única meta en la vida consiste en alcanzar el “éxito”; un ser al que sólo le interesa el dinero y el consumo. En definitiva, un ser humano infeliz e inseguro, vulnerable e indiferente por saturación, que hace de la permisividad su nuevo código ético y que va desde la tolerancia ilimitada a la revolución sin finalidad.
Este libro me vino al recuerdo luego de un fin de semana de arduo trabajo con mis hermanos. Aumentamos de grado a algunos el sábado y realizamos una iniciación el domingo. Estas largas e iluminadoras jornadas masónicas produjeron en mí dos sensaciones; por un lado, la esperanza de ver a seres humanos que desean progresar a pesar de las adversidades y por otro, la banal existencia de parte de una sociedad civil anquilosada en la ignorancia y el vivir fácil. El hombre light es un ser humano bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo, por una parte, y a bastantes tópicos, por otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe, y en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Todo en él se torna etéreo, leve, volátil, banal, permisivo.
Y así, nos encontramos con un buen profesional en su tema, que conoce bien la tarea que tiene entre manos, pero que fuera de ese contexto va a la deriva, sin ideas claras, atrapado en un mundo lleno de información, que le distrae de lo importante, pero que poco a poco le convierte en un hombre superficial, indiferente, permisivo, en el que anida un gran vacío moral caracterizado por:
a) El materialismo: hace que un individuo tengo cierto reconocimiento
social por el único hecho de ganar mucho dinero;
b) El hedonismo: pasarlo bien a costa de lo que sea es el nuevo código de
comportamiento, lo que apunta hacia la muerte de los ideales, el vacío de
sentido y la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y
excitantes;
c) La permisividad: arrasa los mejores propósitos e ideales;
d) Una revolución sin finalidad y sin programa: la ética permisiva
sustituye a la moral la cual engendra un desconcierto generalizado;
e) El relativismo: todo es relativo, con lo que se cae en la absolutización
de lo relativo; brotan así unas reglas presididas por la subjetividad;
f) El consumismo: representa la fórmula posmoderna de la libertad.
Así las grandes transformaciones sufridas por la sociedad en los últimos años son, al principio, contempladas con sorpresa, luego con una progresiva indiferencia o, en otros casos, como la necesidad de aceptar lo inevitable. Recuperar el humanismo.
Ante esta problemática, los masones no podemos estar ajenos, pues si pretendemos el progreso de la humanidad, hay que hacer notar que el camino anteriormente descrito no llevaría la progreso humano sino a una vida sin valores morales. Al hablar de valores morales no me estoy refiriendo a una vuelta de las confesiones religiosas, que de hecho luego del 11-S han resurgido con más fuerza.
Considero que los masones podemos dar el ejemplo a estos seres humanos iluminándoles el camino hacia una ética laica donde prime la construcción de uno mismo para transformarse en un mejor ser humano.
La construcción de uno mismo se inicia con la conquista de la voluntad. Ella es la piedra angular del éxito en la vida y uno de los más excelentes rasgos de la personalidad: hace al hombre valioso y le permite lograr sus objetivos. Pero la voluntad necesita ser educada; no se alcanza porque sí, sino tras luchar por cosas pequeñas, una y otra vez. La mejor manera de fortalecerla es a través del orden, la constancia y la disciplina, con alegría. Las dos notas que la potencian son la motivación y la ilusión. Una persona que la posee llega en la vida más lejos que una persona inteligente, porque consigue lo que se propone. En el mismo acto de la conquista de la voluntad, el ser humano debe educarse en las buenas maneras, en aquellos conocimientos que le permitirán tener acceso a un nuevo estado de conciencia.
A diferencia del hombre light que se mantiene informado, el hombre que propone la Masonería es un ser humano que conoce y se conoce, trabajo que se inicia en la propia introspección para identificar y delimitar el campo a trabajar. Así, la voluntad y la inteligencia están identificadas en la Masonería con el Mazo y el Cincel, herramientas que los albañiles de la Edad Media utilizaban en la construcción de las Catedrales.
Hoy esa construcción se proyecta al hombre mismo para consolidar su espíritu y trascender en la sociedad.La conquista de la voluntad nos llevará al siguiente trecho de la vida, a cuestionarse sobre uno mismo y el papel que desempeña en la sociedad. De la misma manera que en el primer paso se utilizó el Mazo y el Cincel para representar la voluntad y la inteligencia, este segundo paso irá acompañado por otras herramientas que complementarán su capacidad. Pero antes de continuar es preciso amable lector reflexionar sobre estas dos primeras, que al fin y al cabo nos acompañan durante toda la vida, el Mazo y el Cincel, las herramientas que devastarán al hombre light y le prepararán para ocupar un lugar significativo en la sociedad global. El ejemplo.
Los maestros masones nos encontramos comprometidos en una lucha frontal contra la ignorancia, la ambición y el fanatismo, estados que conducen a la humanidad hacia todo lo que representa el hombre light. En el mismo momento en que uno puede iniciar el trabajo con el Mazo y el Cincel, también puede observar los trazos de arquitectura realizados por los maestros masones a modo que le sirvan de ejemplo en la construcción de su vida. Constituirse en ejemplos de vida es la mejor forma en que los masones pueden transformar sus contextos sociales, pues en la humanidad no hay nada más fuerte que la inspiración y si ella puede conducir hacia algo mejor, es ahí donde debe estar el maestro, porque por más grandilocuentes que sean los discursos, si no se sostiene lo que se practica al final todo cae.
Por ello, considero que nosotros debemos combatir al hombre ligth desde el ejemplo, desde la manera de encarar la vida, para que la gente tome conciencia de que el camino de lo fácil no siempre conduce a estados de felicidad. A parte del ejemplo, cada maestro debe establecer tareas concretas que ayuden a su contexto a liberarse de esta tendencia light que hace del ser humano un objeto de consumo, no habiendo ninguna diferencia entre aquel y una batería.

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