viernes, 1 de agosto de 2008

PASTOR JAMES ANDERSON, fundador de la UGLE

La masonería operativa, en el ejercicio de su Oficio ritual y material, sólo reconocía dos grados en el eventual progreso de un francmasón: el de Aprendiz, que se adquiría tras la Iniciación, junto al conocimiento de los primeros "secretos" de la profesión, y el de Compañero u oficial, que permitía el ejercicio pleno del Arte Real; reservándose el apelativo de Maestro al director de Obra o presidente del Taller, escogido entre los compañeros más hábiles y capacitados.
En 1714, se produce un hecho que iba a cambiar el devenir de la Orden de un modo decisivo.
En la ciudad de Londres siete Compañeros francmasones, entre los que se encontraba James Anderson, capellán de la Catedral de San Pablo, fundan una Logia, sin autorización de la vigente jerarquía “operativa”, lo que conlleva su expulsión de la antigua estructura.
Su gesto, motivado por las necesidades espirituales y filosóficas del ya mayoritario sector de masones “aceptados” (los no ligados al oficio de la construcción, pero acogidos como miembros de las logias), iba orientado hacia la reforma profunda de la Orden, definiendo como fines de la misma la mejora moral y espiritual de la Humanidad mediante la construcción del Templo de la Virtud y la Razón, utilizando, por tanto, herramientas simbólicas.
Nace así la Masonería Especulativa o Masonería de Aceptacìón, que es la que llega a nuestros días, predominando en ella la reflexión, el debate y el estudio, con mayor o menor proyección hacia la sociedad.
De 1721 a 1738 se suceden las ediciones de las denominadas Constituciones de Anderson, en las que se compendia el nuevo proyecto y se incorporan novedades, como la consideración de la Maestría en un nuevo grado, personal e independiente del cargo, y se le dota de contenido ritual y simbólico.
Este libro dará lugar a la Masonería Especulativa –forma actual en que se expresa esta Orden iniciatica– y que reune a miembros no vinculados al Arte material de la Construcción.
El libro de las Constituciones de 1723, con el que trabaja, fue impreso por William Hunter en Londres; tenía 92 páginas y constaba de cuatro partes: historia; obligaciones de un masón ("extraidas de los antiguos archivos de las logias de ultramar, y de las de Inglaterra, Escocia, e Irlanda"); reglamentos generales ("compilados por G. Payne en 1720") con un post–scriptum sobre la manera de constituir una nueva Logia; y cantos masónicos con sus partituras.
Tienen interés estas Constituciones, no sólo para valorar el estudio que Anderson realizó sobre los Old Charges, en los que su Constituciones está basado sino también las adaptaciones que intentó introducir, muchas de las cuales fueron rechazadas por la mayor parte de las Logias inglesas hasta que modificó muchas de sus innovaciones adaptándolas a la Tradición y publicando finalmente unas Constituciones reformadas (1738) cuya rectificación más importante es la división en tres efectuada con los grados masónicos, asunto que por algún motivo inexplicable había reducido a dos; como se sabe, esta influencia de las Logias "Antiguas" continuó ejerciéndose sobre las "Modernas" al punto de que sólo en 1813 se unificaron, después de que se hubiera proveído la nueva Masonería, llamada Especulativa, de las ideas y ritos tradicionales de los "Antiguos" y retornase así la Orden a su función iniciática.
Vistas después de más de dos siglos, las constituciones de Anderson resultan netamente cristianas, a pesar del fondo mitológico y pagano en que se desarrolla la historia masónica.
Con ojos post–conciliares no parece que hubiese en las diferencias entre protestantes y católicos, y particularmente en lo referido al tema en que la deidad es invocada, algo más que matices sobre un mismo asunto.
Empero, estas Constituciones marcan la separación de la Masonería y la Iglesia, –ya que en ellas y a partir de ellas la Orden no se identificaría con una sola confesión cristiana, ni se sometería al poder de Roma– que se dió por la fuerza de los acontecimientos y el necesario "aggiornamento" que permitió la Iniciación a gran número de cristianos reformados, lo que posteriormente facilitó el ingreso de judíos, islámicos, etc. en distintas logias de diversos lugares geográficos, incluso en el Oriente, especialmente India y China, conformándose una Masonería verdaderamente universal, es decir auténticamente católica, valga la paradoja

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